Mito 1: “Las autolesiones son un intento de llamar la atención”. En realidad, la mayoría de los adolescentes que se autolesionan lo hacen en secreto y se sienten avergonzados de su comportamiento. Es una forma de lidiar con emociones intensas o difíciles, no una estrategia para atraer la atención.
Mito 2: “Solo las niñas se autolesionan”. Aunque algunos estudios indican que las autolesiones pueden ser más comunes en las niñas, esto no significa que los niños estén exentos. Los adolescentes de cualquier género pueden recurrir a las autolesiones como una forma de manejar el dolor emocional.
Mito 3: “Quien se autolesiona quiere suicidarse”. Es vital entender que las autolesiones y el suicidio no son lo mismo. Si bien ambas acciones implican un daño autoinfligido, la autolesión se realiza como una forma de manejar el dolor emocional, no para acabar con la vida. Sin embargo, es importante señalar que las personas que se autolesionan tienen un riesgo más alto de pensamientos suicidas, por lo que es crucial buscar ayuda profesional.
Mito 4: “Lo hace porque es débil”. En realidad es justo lo contrario, actualmente en un mundo donde los padres están ocupados todo el tiempo, los modelos de regulación emocional son escasos, además es común que la autolesión sea el resultado de que un adolescente aprendió a que tiene que resolver las cosas “por el mismo”, ya sea porque no hay nadie cercano (emocionalmente) o porque se le ha instruido que “él mismo tiene que poder”.
Mito 5: “Si yo solo salí adelante cuando era chico, tú también tienes que poder”. La realidad social ha cambiado mucho entre las generaciones. Si bien los niños de “antes” sufrían más carencias, maltratos físicos y psicológicos, al mismo tiempo contaban con una extensa red de apoyo: Salían a jugar físicamente con otros niños, desarrollaban recursos a través del juego creativo y libre además que tenían vínculos profundos con al menos uno de sus padres, hermanos o amistades.
También era común que uno de los padres se encargaba de la crianza casi exclusivamente, ahora por lo regular los pequeños crecen al cuidado de profesionales o de instituciones que si bien dan educación, al mismo tiempo generan vínculos emocionales temporales y frágiles.
El mundo de los adolescentes de ahora es muy distinto del que vivimos los adultos, por lo que sus dificultades también son muy distintas, evitemos compararnos.